

Hay que reconocer que consiguen crear el efecto y, con la decoración adecuada, nos puede quedar un salón de cuento de hadas que invite a contar historias.
Una vertiente más realista haría que los estantes parecieran bolsas de plástico arrastradas por el viento e invitaría a reflexionar sobre cosas funestas, que supongo no es el objetivo del salón aunque de ranas principescas y cenicientas esté el mundo lleno.

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