Brett Kern saca su inspiración de una fuente tan inagotable como colorida: todo objeto digno de ser transformado en un globo. Desde dinosaurios a astronautas pasando por cestos y luego, de vuelta a los dinosaurios (es que son adorables, hay que reconocerlo).
Sus piezas de cerámica imitan el aspecto de un globo y pueden ser confundidos muy fácilmente, por lo menos hasta que los lanzas al aire y compruebas que la gravedad no les afecta como esperabas. Y no importa cuántas veces lo intentes ni lo optimista que seas ni la fe que profeses: la cerámica no es un globo y masturbarte con un calcetín de rombos no es apoyar a la industria textil tradicional abriéndole nuevos mercados. Y ya está.
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